Para cuando Fran terminó sus estudios de magisterio, sus planes habían cambiado de forma drástica: lo que siempre había querido hacer era tener su propio restaurante en El Barco de Ávila y continuar con su legado hostelero familiar. No fue una decisión fácil, pero ese fue el momento de poner en marcha lo que hoy es Almirez.
Con el entusiasmo propio de quien da un giro de esas características en su vida y un propósito claro en el horizonte, Fran comenzó su formación teórica en la cocina. Ya con el título bajo el brazo, comienza un periplo por España que le lleva a trabajar en restaurantes de diversas tendencias. Así, la idea de Almirez encuentra inspiración en lugares tan variopintos como el restaurante LaKasa (Madrid) o al calor de un asador donostiarra, donde brasas y parrilla pintan el retrato de una de las mecas culinarias por antonomasia del mundo, San Sebastián.